jueves, 25 de julio de 2013

La emoción

No lo sabe nadie,
absolutamente nadie,
ni la literatura, ni la música, ni la pintura,
ni el amor, ni el tiempo, ni la muerte.
Es muy simple,
no podemos saberlo,
estamos lejos,
como si corriésemos detrás de una bola de fuego,
como si estuviésemos descalzos sobre una autopista.
No lo sabe nadie,
ni la escultura, ni la arquitectura, ni la danza,
ni el teatro, ni el cine, ni la psicología.
Es que no llegamos,
morimos siempre en el intento,
no alcanzamos.
No lo sabe ni la ciencia, ni la calle,
ni la noche, ni el llanto, ni el invierno,
ni vos, ni yo.
Nadie es capaz de acercarse,
de acariciar sus lados,
ni los intelectuales, ni los analfabetos,
ni la justicia, ni el ego,
ni la política, ni la fama;
porque no lo sabemos,
porque no se puede,
no nos sale,
no nos nace,
ni el mundo, ni el miedo,
ni la distancia, ni la memoria,
nadie,
ni la CIA, ni la SIDE,
ni la sonrisa, ni el humo,
ni el Caniggia que se la pedía desesperado a Maradona,
ni el oficinista que vio venir el avión desde las Torres Gemelas,
ni los lectores, ni los escritores,
ni el tachero que sabe cómo administrar la Nación,
ni el periodista que escribe con faltas de ortografía,
ni los cooltos, ni los pibes para la liberación,
ni la publicidad, ni la fotografía, ni el stand up.
No lo sabe nadie,
ni todos los mortales que pisaron la sede de Puan,
ni los que la rosquean en la puerta,
ni los libros, ni los milicos,
ni los tangueros, ni los de anteojos.
No lo sabe nadie,
asumamos eso,
nos hará más libres, más felices,
más mujeres, más hombres,
no lo supieron ni los griegos, ni los rusos,
ni los rosarinos, ni los porteños.
En serio,
no lo sabe nadie,
ni siquiera el silencio sabe qué carajo es la poesía.

lunes, 22 de julio de 2013

Cinco inicios de cuento que, si los leemos sin prejuicio académico, también pueden ser cinco poemas. Qué sé yo.


1
En una siesta nublada, en el invierno de 1994, Paula escuchó gemidos desde la habitación de sus padres.

2
Eran cerca de las tres de la mañana y estaba lloviznando. Cuando abrimos la tranquera escuchamos que un camión se alejaba por la Ruta 51. Maxi lloraba, tenía el fierro en la mano y suplicaba que me apure.

3
Rompí bolsa justo cuando mi hermano me contaba que la novia de papá le había mandado un mail.

4
- Estoy harta de las ausencias – dijo Florencia interrumpiendo a Bruno, mientras se tapaba los ojos con una mano y con la otra se pegaba trompadas  en su muslo izquierdo.

5
Somos incapaces de robar. Si usamos esa plata fue porque no nos quedó otra. ¿Sabe qué?, la muerte es mucho más compleja que la ética. Acaso, ud, señor juez, ¿no hubiese hecho lo mismo por un amigo?.