lunes, 5 de diciembre de 2016

Atención

Atención,
muchachos y muchachas,
ustedes que aman pero no lo saben,
todavía pueden estar a tiempo:
es mentira que todas las 
posibilidades existen,
son puras patrañas los destinos
que fogonea la duda,
tengan paciencia,
resistan,
verifiquen cada pozo de la galaxia,
porque en el entretiempo,
mientras se clonan primaveritas,
el amor se va en silencio,
paulatinamente lúcido,
con la dignidad de los exiliados
y la fuerza total de los que resucitan.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Cañita voladora

El olfato no me falla,
se viene otro diciembre
con forma de cicatriz:
vos tan cañita voladora
de Navidad y Año Nuevo;
yo tan perro en un balcón
enrejado que da a la avenida,
y sin mis dueños.

lunes, 21 de noviembre de 2016

La heladera

A la madrugada,
escuchar la heladera desde la pieza
me hace pensar en nosotros:
una pizca de bullicio 
en un silencio total,
una luz que se prende cuando
buscamos lo imprescindible,
un motor que se puede apagar
si la energía baja de golpe,
una puerta con una foto de Evita
y algunos imanes coloridos:
deliverys a los que solíamos llamar,
salvo los días de lluvia,
por respeto,
por dignidad,
y porque amamos así,
como podemos, 
sin esperar nada.

lunes, 17 de octubre de 2016

El río que nos cruza

Siempre me ahogo 
en un vaso de agua,
pero ese vaso 
puede ser el río 
que nos cruza,
el río al que te invito,
el río en el que jugamos
a ver quién aguanta
más abajo del agua,
y ganás vos,
porque tenés
más resistencia,
y nos reímos,
y jugamos otra vez,
y quizás empezás
a gustar de mí,
de nosotros,
porque sentís que
toda tu resistencia
nos equilibra,
y te decís:
¡ah, listo,
qué fuertes
seremos!
y se te prende
la mecha de la
construcción de
un mundo potable,
y quizás empezás
a gustar del río,
del incendio sano
cuando se va el sol,
de la correntada,
de las olitas
de agua dulce
que nos rebotan
contra la panza,
de la potencia
que significa
acompañarnos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Como quien dice

Tu voz es un mito
del que puedo dar fe,
como quien dice:
me olvidé de todo
menos de tu silencio.
Lo poco que me queda
es un desierto de paro,
como quien dice:
la soledad que dejaste
me alcanza y me sobra
para hacer una revolución
que no existe ni espera.
Mejor cambiemos de tema,
como quien dice:
me duele tu mente lejos.
Soñé que irrumpíamos en
en una reunión de ceos
con una gomera y tus ojos,
como quien dice:
ese pibito tiene hambre
y ni siquiera sabe llorar.
Mirá qué pedazo de luna,
como quien dice:
necesito confiar en algo.
Prendamos fuego
a mis pronósticos,
como quien dice:
esperame hasta el verano
que ahí mis recuerdos
se cansan.
Defendamos a la poesía
con el amor que nos falta,
como quien dice:
vos toda china
cuando sonreís.
Falta mucho para otra ausencia,
como quien dice:
tengo miedo y me la banco.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Tampoco la exageración

Tampoco la exageración,
pero qué tristeza la de tus ojos
cuando saben lo que va a pasar,
qué miedo nuestro silencio
cuando no se ve la otra orilla,
qué asco mis decisiones
cuando son una pregunta.

Tampoco la exageración,
pero cómo hacés para volver
a sentir lo mismo que nunca,
cómo vamos a terminar de
construir semejante río,
cómo sobreviviré si hay tanta
distancia entre puente y puente.

Tampoco la exageración,
pero si te duele,
te duele.

viernes, 26 de agosto de 2016

Playa Maestra

Una tardecita,
con un hit de fondo,
todos los amores de verano
se convocarán en una playa.

Dispuestos a comenzar
la última revolución,
avanzarán mar adentro
con el corazón hecho brasa.

martes, 16 de agosto de 2016

Mapa

Aunque te tenga al lado, 
cada vez que miro un mapa 
me pregunto dónde estarás.

miércoles, 3 de agosto de 2016

En la noche de frío

Escucho La Ventanita
y te imagino sonriendo,
al atardecer,
con un vestido de verano,
despeinada y descalza,
parada sobre el pasto.

La canción no tiene
nada que ver con vos,
pero vos tampoco tenés
nada que ver conmigo,
sin embargo te pienso
como si fuésemos
kerosene de lo posible.

lunes, 1 de agosto de 2016

Avión

Un muchacho de pueblo,
hijo de trabajadores,
el primero de la familia
en pisar una facultad,
se sube a un avión
con culpa de clase.
Desde el cielo,
y de noche,
Buenos Aires es una nena ansiosa
con la cara llena de brillantina
y el Río de la Plata es una lágrima
enorme de un gaucho triste.

martes, 5 de julio de 2016

La musiquita invisible

Cuando se apaga la
musiquita invisible
se termina el baile,
no hay más cumbia
en los ojos de nadie,
no hay amaneceres
dispuestos a mañana,
entonces queda irse,
alejarse de los restos,
todo parece el karaoke de
un tango en un salón vacío.


Entonces acá,
en la orilla de un río
crecido y sucio,
me pregunto:

¿Qué vamos a sacar de
semejante acorde menor?
¿Qué vamos a entender
de lo que no se puede?
¿Qué vamos a perder si no
pudimos abrazar el fuego?

No sé,
siento que nunca sé,
y sin nuestra melodía
el futuro es una
quiniela perversa,
pero cuando se apaga
la musiquita invisible
mueren los supuestos,
el tiempo estalla,
el pasado pesa como
un cajón de cerveza
en una sola mano,
y caminamos rengos,
con el peso encima,
con la ilusión puesta
en una histeria inerte,
y pasan los autos
con música al palo,
pero no es nuestra
musiquita invisible,
es otra,
más real,
más insulsa,
porque la nuestra,
la musiquita invisible,
la que ilumina todo,
desapareció de a poco,
metió un fade out fatal,
se le fueron los graves,
se le fueron los medios,
se transformó en un sacudón de
agudos que nos perforó la piel,
y te la regalo,
porque cada vez que
pienso en el principio
me pregunto pavadas
que me destruyen:

¿La musiquita invisible
no sonará nunca más?
¿La musiquita invisible
es un invento del miedo?
¿La musiquita invisible
se merece y se construye?

Y nadie responde,
más vale que
nadie responde,
porque sólo me
lo pregunto a mí,
porque me da vergüenza,
porque me da impotencia,
y qué triste es ver cómo se fue
la cumbia de nuestros ojos,
una inmundicia,
me parte el alma sentir
cómo hacemos lo posible
para esquivarnos,
para no cruzarnos en recitales
de las bandas que fueron parte
de nuestra musiquita invisible,
es la poderosa melancolía del indie,
es la prematura reacción de lo sincero,
y pienso en las noches que fuimos
el amor de una generación,
pienso en el rock como forma
de conocernos y aceptarnos,
y pienso en las bufandas,
y pienso en Villa Crespo,
nuestra musiquita invisible
recorriendo barrios porteños,
el barco que se va desde
los puertos que soñamos,
y hay respeto,
y hay cariño,
y honestidad,
y admiración…

¿Y qué importa?

Nada,
ya está,
nos falta todo,
nos falta la musiquita invisible,
ella y su lealtad,
la que nos acompañó,
la que nos cuidó,
la famosa musiquita invisible,
la que siempre suena cuando ya
no quedan silencios por inventar.

viernes, 6 de mayo de 2016

Trueque

Me creció una
Casa Rosada
en la nuca,
y cada dos o
tres horas,
mi cerebro
se escapa en
helicóptero.

La situación
es insostenible,
porque en
el corazón
tengo una señora
desesperada,
que llora,
que grita,
que pide por favor
que alguien se 
haga cargo,
mientras la policía
le tira con de todo.



jueves, 28 de abril de 2016

El basural que tengo en la mirada

Salgo del subte,
son las siete de la mañana
y todavía es de noche, 
diluvia, 
nacen cataratitas de Iguazú en todas
las alcantarillas de Microcentro, 
las luces hacen que la 9 de Julio 
brille con una tristeza definitiva, 
se me rompió el paraguas que 
me prestó Victor y troto como 
los muchachos del Cliba,
entro a un bar, 
pido un cortado como
quien pide un abrazo, 
miro un punto fijo, 
estoy a punto de llorar, 
logro evitarlo, 
leo, 
leo a Kureishi unos minutos
y quiero llorar de nuevo, 
esta vez se me complica,
una lágrima asoma, 
pestañeo, 
junto fuerza que no 
sé de dónde sale, 
entra una señora empapada 
con cara de inundación, 
dice algo del clima 
que no entiendo, 
se seca los pies en
un cartón y sonríe,
sigue lloviendo,
me concentro un par de páginas 
pero las lágrimas me hacen 
un paro general en las retinas, 
tiemblo,
mis ojos son dos
gordos sindicalistas
que transpiran mucho,
tengo frío,
hay ruido a vajilla,
los bondis frenan
justo en la puerta,
una moza mira el
celular y se ríe,
me pesa la garganta,
el televisor muestra imágenes
de un terremoto en Ecuador,
entra un chiflete por la ventana,
llueve más fuerte, 
intento seguir leyendo, 
no puedo,
no paro de pensar en
todo lo que me excede, 
en lo que no me sale,
en las cicatrices del futuro,
y llueve con asco,
llueve para siempre,
llueve como si el sol
hubiese abandonado,
pero se hace de día 
y debo hacerme cargo
del basural que tengo
en la mirada,
debo barrer la rabia que
le tengo a mi ansiedad,
entonces me levanto, 
pago y me voy, 
camino bajo la lluvia, 
estúpido,
abatido,
llego al semáforo,
tengo gotas en la frente,
me pongo la capucha,
quiero llorar,
lloro,
me lo permito,
pienso en cuándo va a ser
el día que aprenda a sentir,
cuándo va a ser el día que
no me va a doler el tiempo,
llueve horrible,
llueve miserable,
llueve horizontal,
cruzo Corrientes,
miro para arriba, 
y ahí está,
inabarcable,
tiene su atracción intacta,
me conmueve como la
primera vez que lo vi, 
como todos los días,
pero hoy,
con el corazón en
estas condiciones,
hasta la virilidad
del Obelisco
me parece violenta.

lunes, 11 de abril de 2016

El eco de Lucía

En el medio
de un galpón
gigante y vacío,
en construcción,
mientras mi hermano
habla por teléfono
y la mira de reojo,
mi sobrina corre en círculos
con los brazos abiertos
como si fuese una tacuarita,
flashea que vuela,
y grita,
grita mucho porque
descubrió el eco,
está fascinada,
y su voz rebota,
pega en una chapa
y vuelve,
vuelve y sube,
y baja,
sus palabras recorren cada
esquina de la nave metálica.

Y Lucía no la puede creer,
se pone nerviosa de alegría,
y su gestito de aguante todo
me desespera a mí también,
porque corre y grita,
se paraliza con los
ojos bien grandes
y la sonrisa contenida
hasta que sus palabras
se pierden en el aire,
entonces,
cuando escucha la
última repetición,
corre otra vez en círculos
y vuelve a gritar con la jeta
de oreja a oreja,
sacada,
con una felicidad
que excede todos
los fenómenos físicos
que pasan en Discovery,
y la miro,
y le quiero agarrar los cachetes,
y siento que el terremoto
de su humanidad
puede hacer polvo
todo el metal del mundo.

Y no le importa nada,
Lucía grita,
se paraliza,
escucha,
disfruta,
vuelve a correr,
vuelve a gritar,
y así,
hasta que,
cansada,
agitada,
pone sus manos
en sus rodillas
y me mira,
y la miro,
y con un rayo de sol que
me pega en la bufanda,
me rasco la barba
y le festejo su delirio,
la aplaudo,
mucho,
porque la entiendo,
porque sé muy bien
lo que está sintiendo:

es lo mismo que me pasa
a mí cada vez que alguien
dice tu nombre;
pero con una sola diferencia:

el galpón está en mi pecho.


martes, 5 de abril de 2016

Tapial

Cuando te acuerdes
sólo de lo bueno,
subite al tapial que divide
tu ansiedad de la mía.

Vas a ver,
hay una tarde prendida fuego
que ilumina toda la verdad.

Y cuando digo toda la verdad,
digo nosotros jugando
a la escondida en el océano.