Truena,
pero
todavía no cae la lluvia,
en el aire
hay una tensión divina,
un
vientito sucio presagia el despelote;
entre las
nubes,
bien en el
rincón,
donde
viven las arañas del horizonte,
parece que
Madonna baja de una limousine
o hay un
cumpleaños de 15,
flash que
va,
flash que
viene,
el cielo
saca fotos para después subirlas a Facebook,
y así,
refregarle
al infierno una catarata de megustas
que su
ejército de mortales le otorga.
Truena,
la señora
que pasea un pekinés acelera el paso,
frunce el
entrecejo,
bufa,
me mira
mal a mí,
como si yo
tuviese la culpa,
se acomoda
la pollera,
mete el
monedero bajo la axila y reta al perro,
que sin
comerla ni beberla,
rezonga en
silencio,
con la
correa en el cogote.
Por fin
cae la lluvia,
gotones
apurados se desploman
contra el
pavimento hirviendo,
el sonido
copioso de la lluvia es unánime,
dos
mujeres cubren con un paraguas rosa
a su
hijita haitiana,
una de
ellas la alza,
la otra
lleva la bolsa de los mandados,
ríen a
carcajadas,
trotan las
tres juntas sobre la vereda de Colombres,
llenas de
amor,
mojadas,
felices y
con futuro.
Desde la
puerta de mi casa,
en cuero,
pantalón
corto y descalzo,
recién
resucitado de una siesta,
despeinado
y con una novela en la mano,
creo que
Dios es un barrabrava carismático.
genio! me encanto. saludos, Mar
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