viernes, 18 de diciembre de 2015

Piñas al aire

Con la lastimadura bien frutilla,
sentís que sólo late esa parte,
pero hay que sacar al corazón de ahí,
separarlo,
empujarlo,
y así,
como hacen los amigos que se rescatan
mientras el resto tira piñas al aire,
calmarlo,
abrazarlo,
agarrarle la cara desencajada
y decirle que no sea pajero,
que más vale,
que lo entendés,
que lo querés,
que sí,
que ya sabés,
pero basta,
ya está,
hermano,
dale,
vamos a casa.



martes, 8 de diciembre de 2015

Mafia

Qué mafia el tiempo,
qué matemática tan siniestra,
siempre termina de morirse justo,
y cuando todos creíamos que el huracán
iba a destruir los techos de los olimpos,
que pim que pam,
el tiempo se las arregla,
los dioses son rescatados
por esclavos nuevos,
que se encargan de justificar
la inmundicia de lo divino,
entonces,
vos,
toda diosa,
toda hermosa,
toda mafiosa,
pelás una sonrisa que arremete
contra las conjugaciones posibles,
y claro,
Grondonita de mis siestas,
Corleonita de mis leyes,
no hay verbo que te evoque,
no hay adjetivo insulso
que pueda sentenciarte,
no hay mapa que no tenga
todos tus mares enormes,
y me acurruco,
y me canso,
y me quedo solo,
otra vez,
mirando fotos donde no aparezco,
preguntándome por qué,
cómo era,
hasta cuándo
y qué onda.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Como los perros enojados cuando pasa un auto

Los días más tristes vienen en patota,
como los tanques de guerra
desde una plano amplio,
como los perros enojados
cuando pasa una moto,
y así,
se manipula la retórica,
se financian las poses,
los merecimientos,
los fracasos,
siempre en nombre de la ética,
siempre en nombre de la moral,
y así,
los días más tristes pertenecen
al juego que los hace clase,
y así,
los días más tristes buscan
subirse al podio de la historia,
pero no,
más vale que no,
porque la historia nunca
simula ser independiente,
nunca finge la ausencia,
nunca busca reconciliarse,
la historia actúa,
pone la jeta,
la historia chapa con el futuro,
se meten besos largos,
se acarician,
se prometen,
en una plaza,
en una popular,
la historia ama,
la historia conduce,
la historia limpia los baldíos
que nadie quiere limpiar,
y nadie es capaz de engañarla,
porque la historia mira a los ojos,
asume su mafia y su gloria,
no se esconde en lo hondo
de ninguna pileta de Pilar,
no se esconde detrás de
ninguna justicia nueva,
avanza desde la memoria,
se ahoga,
se pierde,
surfea las olas más sucias,
cuenta las muertes invisibles,
y claro,
duele,
porque igual,
los días más tristes cumplen,
con facha,
con tiempo,
los días más tristes respetan
su manual de marca,
conocen su territorio,
su momento,
y ahí los tenés,
vivitos y coleando,
otra vez en el podio,
jactándose del fiestón,
de invitar a todo el mundo,
el mundo que les sirve,
el que los determina,
porque los días más tristes
siempre fueron liberales,
con una lucidez morbosa,
con una inteligencia intacta,
siempre fueron liberales,
a toda honra,
y si algo les reconozco es cómo usan
la libertad como marco teórico de nada,
y si algo les reconozco es su capacidad
para decir la verdad y que nadie les crea.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Bolazo

Me encanta cuando me decís
que algo te parece un bolazo,
porque viene del interior,
de nosotros,
de la historia,
de la siesta,
de la lluvia,
del no lugar físico
que nos pertenece,
de una cosmovisión inabarcable
que defendemos con el corazón,
entonces,
pum,
sucede,
magia o tiempo,
no importa,
pasa,
muy seria me decís que
algo te parece un bolazo
y yo siento un amor insólito
que me hace chocar la mente,
y bueno,
ya está,
otra vez,
quiero que vengas,
que aparezcas así,
que me avises que estás abajo,
relajada,
hermosa,
que en plena noche de Almagro
mires por la ventana y me digas
que el cielo te parece un bolazo,
alto bolazo,
sólo para que yo me ría,
así también te reís vos,
así nos besamos mucho,
así apoyamos los vasos en la
mesa sin dejar de besarnos,
así nos desnudamos mientras
nos chocamos las sillas,
la biblioteca,
la puerta de la pieza,
y vos me decís que soy un bolacero,
y yo te digo que sos una bolacera,
y nos reímos de vuelta,
debatimos la diferencia
entre mentira y bolazo,
porque decir que algo es mentira
es decirlo con la realidad encima,
pero decir que algo es un bolazo
es decirlo con el peso del alma,
con un acento más humano,
con una pasión dulce,
pero es difícil,
la mentira,
el bolazo,
la vida de todos los días,
la de todos los ayeres,
y qué bueno sería que los futuros
sean covers de tu sonrisa diciendo
que algo te parece un bolazo,
sería bueno,
sería lindo,
sí,
sería,
aunque algo lindo a veces dice
todo y a veces no dice nada,
pero igual,
yo quiero ser parte del bolazo,
siempre,
el problema es que llegamos
tarde a un montón de silencios
y eso después nos cuesta caro,
como las internas de los peronistas,
como los fuegos artificiales
antes de terminar el partido,
es muy peligroso,
puede terminar bien,
pero no sabemos,
nunca sabemos,
por eso el amor es el único subsidio
en el que todos estamos de acuerdo,
porque duele lo que no es,
lo que se pierde,
y no sabemos dónde meter
todo lo que ya no está,
todo lo que queda,
tu bolazo,
el mío,
tus ojos,
mi ilusión,
el vacío de los bondis a los
que no te subiste más,
el ruido de las avenidas
que ya no cruzo,
las coincidencias,
los entretiempos,
las elecciones,
los resultados,
el balotaje,
su miseria,
su alegría,
su estrategia,
su calma,
su tensión,
la nuestra,
la del pueblo,
la del pueblo que sufre,
que lucha,
que espera,
que tiene miedo,
que tiene esperanza,
que hoy,
sí,
hoy,
ahora,
se parece a nosotros
después de amar tanto.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Colibrí

El amor es un colibrí asustado
que no tiene miedo de morirse,
por eso el revoloteo,
por eso la belleza.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Voy a correr al Parque Rivadavia

Llovizna y hay viento,
son casi las nueve de la noche,
pero con el pantalón largo de River
y una campera con capucha
me voy a correr al Parque Rivadavia,
no sé bien por qué lo hago,
creo que lo necesito,
porque una vez me dijo mi psicóloga
que cuando uno corre el cuerpo genera
lo mismo que generan los tranquilizantes,
y no sé si es tan así pero yo entendí eso,
y como nunca tomé tranquilizantes,
entonces me convencí y listo,
voy a correr porque me hace bien,
además escribo,
eso pienso mientras corro,
que estoy escribiendo,
porque mientras avanzo por la vereda
de Hipólito Yrigoyen voy craneando
las obsesiones de Yuman,
un personaje de una novela que
todavía no escribí pero el personaje
se va a llamar así porque de pibito
le gustaba mucho comer Yumi
y en el pueblo le decían Yumi,
pero cuando terminó la secundaria se fue a vivir
a Villa Crespo y los mismos amigos de la infancia
le modificaron el apodo de Yumi por Yuman,
en fin,
una pavada,
pero es una forma de ir dándole vida
a un texto que quizás no escriba nunca,
y cuando se me termina Hipólito Yrigoyen
quedo a los saltitos en el semáforo de
Avenida La Plata hasta que se pone verde,
esa imagen me da verguenza,
y ahí meto un pique de suplente ansioso
y llego al parque que está lleno de rejas,
rodeo el parque agitado y serio,
veo que adentro no hay nadie,
que no voy a poder entrar,
por eso decido seguir hasta llegar a Acoyte,
y ahí me doy cuenta que en todos los bares
de Acoyte y Rivadavia alguna vez esperé a alguien,
y también me acuerdo que en el bar que está cruzando
una vez vi a una ex con un flaco que tenía cara
de ser irónico con los escritores del Boom,
y me acuerdo que me subí al bondi y lloré
un montón hasta que llegué a mi casa
y me puse a leer y me dormí vestido,
y al otro día ya estaba bien,
me sentí libre,
como si eso fuese una virtud,
una pelotudez,
pero fui contento a trabajar
y pensé en enamorarme de vuelta,
y estuve alegre todo el día,
pero esa misma noche me puse triste de nuevo,
así un tiempo largo hasta que se me pasó,
no me acuerdo bien cómo fue,
pero ahora doblo en Rosario y vuelvo en la misma dirección,
y doy como tres o cuatro vueltas rodeando el parque,
hasta que miro el celular y se me moja la pantalla
con unas mini gotas como de un spray,
es que llovizna de forma horizontal,
el cielo está color jamón cocido,
hace un poco de frío y ya voy 
corriendo más de media hora,
eso me da fuerza,
mi objetivo de hoy es llegar
a los cuarenta y cinco minutos,
así que ya puedo encararar
de vuelta para el lado de casa,
me meto por la cortada de atrás del parque
y vuelvo a Rivadavia donde me acuerdo otra vez
de la cara del flaco que estaba con mi ex,
me chupa un huevo y empiezo a pensar
en jugadas posibles de un próximo partido,
me imagino cómo definiría si me sale el arquero,
si amagaría o patearía seco y cruzado,
analizo variantes,
situaciones que se pueden dar,
una lesión,
un cansancio insoportable,
un momento de bronca,
y donde Hipólito Yrigoyen es uno
de los senderos que se bifurcan
le meto pata para llegar a casa y cumplir
con el objetivo de los cuarenta y cinco,
y ahora hay más silencio de barrio,
más oscuridad,
los autos pasan y salpican,
y media cuadra antes ya siento
el olor a porro del pelado de barba
que está en la esquina con remera,
pantalón de básquet y zapatillas
paseando a un perro grandote
que olfatea muy desesperado,
quiere mear, 
quiere cagar,
todo junto,
pienso que el pelado de barba debe vivir solo
con el perro en un monoamabiente hediondo
y debe mirar la NBA re loco,
pienso eso hasta que el olor a porro
se pierde en la noche de Almagro y sigo
en un trote bastante digno,
y otra vez quedo a los saltitos
en un semáforo que tarda
y otra vez la imagen me da vergüenza,
así que meto otro pique corto
cuando aparece el color verde,
y siento que Hipólito Yrigoyen es ancha,
siento que es muy antigua,
no sé,
que tiene historia,
alta experiencia,
quizás porque paso por enfrente de la iglesia Don Bosco
y a los pocos metros veo el mural de Ceferino Namuncurá
que tiene una cara de buen pibe infernal,
y me acuerdo que mi abuela Pichona siempre
le rezaba para que aprobemos todos los nietos,
es más,
todavía lo tiene ahí a Ceferino,
en una mesada de la cocina,
al lado de Pancho Sierra,
y mientras me acuerdo de mi abuela
voy a llegando a mi casa,
me faltan dos cuadras,
pero se cumplieron los cuarenta y cinco
una cuadra antes y entonces paro,
camino,
respiro hondo,
estoy hecho sopa,
parece que voy flotando
y llego hasta el edificio
con cara de naufragio,
subo en el ascensor,
me miro al espejo,
me saco la capucha,
abro la puerta,
voy a la heladera,
tomo agua del pico,
apoyo la botella sobre la mesa,
una piba hermosa que lee
tirada en el sillón me mira,
sonríe,
se para,
se acerca,
se saca los anteojos,
me da un beso corto,
me acaricia la cara transpirada
y con otra sonrisa me dice
qué lindo mi deportista.