Los
días más tristes vienen en patota,
como
los tanques de guerra
desde
una plano amplio,
como
los perros enojados
cuando
pasa una moto,
y
así,
se
manipula la retórica,
se
financian las poses,
los
merecimientos,
los
fracasos,
siempre
en nombre de la ética,
siempre
en nombre de la moral,
y
así,
los
días más tristes pertenecen
al
juego que los hace clase,
y
así,
los
días más tristes buscan
subirse
al podio de la historia,
pero
no,
más
vale que no,
porque
la historia nunca
simula
ser independiente,
nunca finge la ausencia,
nunca busca reconciliarse,
la
historia actúa,
pone
la jeta,
la
historia chapa con el futuro,
se
meten besos largos,
se
acarician,
se
prometen,
en
una plaza,
en
una popular,
la
historia ama,
la
historia conduce,
la
historia limpia los baldíos
que
nadie quiere limpiar,
y
nadie es capaz de engañarla,
porque
la historia mira a los ojos,
asume
su mafia y su gloria,
no
se esconde en lo hondo
de
ninguna pileta de Pilar,
no
se esconde detrás de
ninguna
justicia nueva,
avanza
desde la memoria,
se
ahoga,
se
pierde,
surfea
las olas más sucias,
y
claro,
duele,
porque
igual,
los
días más tristes cumplen,
con
facha,
con
tiempo,
los
días más tristes respetan
su
manual de marca,
conocen
su territorio,
su
momento,
y
ahí los tenés,
vivitos
y coleando,
otra
vez en el podio,
jactándose
del fiestón,
de
invitar a todo el mundo,
el
mundo que les sirve,
el
que los determina,
porque
los días más tristes
siempre
fueron liberales,
con
una lucidez morbosa,
con
una inteligencia intacta,
siempre
fueron liberales,
a
toda honra,
y
si algo les reconozco es cómo usan
la
libertad como marco teórico de nada,
y
si algo les reconozco es su capacidad
para
decir la verdad y que nadie les crea.
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