Le tengo mucho cariño
a la camioneta con parlantes
que anda los
domingos a la mañana por Almagro,
porque no es
vieja,
pero está
cansada,
lleva el típico
gesto de la frustración,
los ojitos
hinchados de la perseverancia,
las mañas bobas
de la resistencia.
Le tengo mucho
respeto a la camioneta con parlantes
que anda los
domingos a la mañana por Almagro,
porque es una
máquina del tiempo que
nunca supo
aprovechar el momento justo,
como le pasa al
amor cuando se cansa,
cuando no le
queda otra que saber perder,
entonces hace lo
que puede:
vende palanganas,
nubes,
ametralladoras y
mesitas de luz;
compra petróleo, ropa,
finales y libras
esterlinas;
alquila riñones, arena
de Gesell,
grupos electrógenos
y caricias.
Le tengo mucho
admiración a la camioneta con parlantes
que anda los
domingos a la mañana por Almagro,
porque avanza,
el silencio del
barrio es cruel,
pero ella avanza,
se estimula,
se convence,
se planta ante la
indiferencia y me conmueve,
posta que esa
camioneta me conmueve,
es una fuerza más que me enseña a esperar.
es una fuerza más que me enseña a esperar.
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