Dejá de
mirarme,
el de la
foto de mi DNI soy yo,
quien
viste y calza,
no llevo
fierros,
ni drogas,
ni
animales en extinción;
sólo llevo
esta cara,
porque
estoy cansado, ansioso,
y además,
necesito un abrazo.
Con los
pies sobre la tierra,
ya puedo
decir que es hermoso ver a
Buenos
Aires transformarse en un mapa,
tener la posibilidad de ver,
desde el aire,
en silencio,
desde el aire,
en silencio,
a ese nudo
en la espalda del país,
a esa sensible
bola de nervios.
Con los
pies sobre la tierra,
ya puedo
decir que volar es imitar a un gorrión inocente,
pero
siempre especulando,
con la
mala leche de un cuervo;
es estar
en una camilla,
mirando el
techo del consultorio de un pediatra;
es ver el
Monumental como si fuese una maqueta,
es estar
en el cielo,
sin ser
católico.
Con los
pies sobre la tierra,
también
puedo afirmar que no tuve miedo,
sinceramente,
sólo sentí
pánico,
bronca y
pudor,
en un solo
momento:
cuando
subí al avión y me topé con
los ojos
celestes de Mauricio Macri.
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