miércoles, 29 de septiembre de 2010

Queselevasé


El comedor vacío.
Afuera la niebla moja el maizal,
la sombra del sauce
escarcha el Amalfitani de la bolilla,
ahí donde murieron maquitas, japos y comunes.

Adentro, nadie.
La soledad de la salamandra,
una escoba de 15 a medio parir,
la estampita de Pancho Sierra.

Queselevasé,
los nietos andan en moto en el pueblo,
alsados como chancho blanco,
esas son cosas de la madre.

Queselevasé,
acá sólo queda revoloteando el silencio,
yendo y viniendo,
mano y contramano,
como las calles del cementerio.

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