viernes, 14 de diciembre de 2012

Otro poema de Buenos Aires



Hoy,
Buenos Aires me lastima,
es como un hermana drogadicta,
la quiero mucho y no sé qué hacer,
sus barrios van amortiguando dolor en las esquinas,
archivando amor en placas madres,
desde Núñez hasta La Boca.

Odio sentirme enfermo en su colapso,
me muero de angustia,
de impotencia,
porque le arrebataron la belleza,
y me duele,
porque abandonarla sería abandonarme,
sería pedir el cambio perdiendo cuatro a cero,
pero también sería respetarme,
usar a la distancia para cuidarla,
quién sabe.

Hay domingos que me hacen un tatuaje en el alma,
días de semana,
martes a la siesta,
la calle Blanco Encalada se inunda,
el agua baja y a Belgrano le brillan los adoquines;
Chacarita me imprime Delivery con lluvia,
leemos en el Rodney,
comemos una muzza en El Imperio
y parecemos el futuro;
Palermo me frivoliza,
me da bronca,
se me vuelve prosa;
Villa del Parque es un poema,
una cicatriz, una sonrisa;
Microcentro me humilla,
me odia, me oprime;
Once me da calor,
me escribe un cuento,
me pone ansioso;
Saavedra me recibe en el puente,
me abraza, me mete una mano de callado;
Caballito me tiene harto con Foucault,
me convierte en algo que no soy;
Parque Chacabuco me contiene,
me da fernet,
me hace sentir en Arrecifes;
Constitución me canta las estrofas de Nico,
me vuelve lumpen, me hace vulnerable;
Recoleta me da miedo,
me exilia, me derroca;
Retiro me escribe toda la poesía que falta,
me hace pensar cómo será nuestra casa,
me educa la incertidumbre para siempre;
Boedo me acaricia,
me arrulla,
y saca de mí,
toda la infancia que me queda.

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