jueves, 10 de junio de 2010

La cajera del Disco está triste

Tiene ojos azules, carita huesuda y blanca,
con granos secos de otro tiempo,
y rulos a medio nacer.
Para mi se parece a La Oma,
pero tiene veintipico, un Nokia 1100
y vive en Parque Patricios.

La veo morderse los labios,
bufar contra el mundo, comerse las uñas,
con la mirada perdida, entregada,
sintiendo cada yogurt como un duelo;
programada, configurada,
preguntando al aire si tenés Disco Plus,
mientras la gente se ríe,
mira el techo o habla del mundial.

La cajera del Disco está triste,
se le nota en la cara,
sobre todo cuando pide cambio de cien,
grita con miedo, con un dejo de bronca, pero tímida,
y sus compañeros de buzo rojo se precipitan,
ella se desespera y se le mojan los ojos;
con el corazón en la boca, ansiosa, insulsa,
me dan ganas de abrazarla, de decirle que se relaje,
que no hay apuro, que mi tarde es una excusa,
que mi tiempo es un Top Line de frutas verdes,
que sólo debo volver a casa donde nadie me espera.

La cajera del Disco está triste,
se le nota en el buzo descolorido,
y por diez minutos, me siento ella,
porque me llevo el ticket de una lágrima,
medio kilo de pan, una botella de vino,
fideos tirabuzón y un paquete de Frutigran…

Que tanto me recuerdan a vos,
al Acorazado Potemkin
y a ese verano en el PH de Nazca.

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