martes, 10 de marzo de 2015

El arco iris de la Plaza Benito Nazar

Recién,
en la Plaza Benito Nazar nació un arco iris.

Los nenes con pantaloncitos de Atlanta
persiguen la ráfaga colorida con la mirada,
maravillados,
con los ojos como un par mil,
se la muestran a sus padres,
que responden que sí,
que muy lindo,
sin levantar la cabeza,
mientras miran el celular.

Yo miro a los nenes y los alcanzo,
me les arrimo,
porque esta tarde los entiendo,
hoy pertenezco a su raza efímera,
quiero ser ellos,
quiero jugar,
quiero que hagamos:
Co-ca-Co-la-es-sen-tir-de-ver-dad,
quiero ser su cómplice,
su amigo,
su siesta,
su campamento,
quiero que guardemos un secreto,
que gustemos de Mariana,
o de Anita,
de todas las más grandes,
quiero que entiendan que a veces me quiero escapar,
que el tiempo nos manipula,
que me la banco,
pero me asusto,
y bueno,
lloro,
pataleo,
dudo,
aunque hoy no me importa más nada,
solo quiero jugar con ellos para siempre,
porque su asombro es la única verdad,
lo único inalcanzable,
porque los veo y me extraño,
porque me creció una flor entre los escombros
de mis propios maremotos asiáticos,
porque el silencio se quedó en el molde
cuando no quedaba más aire,
porque si la distancia asume
esta carambola temporal,
mi corazón se va a reconstruir
como el malo de Terminator.

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